Las gotas se filtran por el techo y caen sobre la
calavera, produciendo un débil tintineo en el barro negro.
—Lo haré yo —dice Gustavo, ante la mirada atónita
de los demás. Se levanta de la mesa y anda hacia la puerta, cabizbajo.
Desde el asiento trasero, el anciano observa la
figura de un hombre caminar bajo la lluvia en dirección al automóvil.
—¿Al asilo? —pregunta, mientras Gustavo pone las
manos sobre el volante.
—Sí, papá.
Texto participante en el Concurso#103 de minificción, conovocado por Alberto Chimal desde el blog Las Historias.
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