El Año 2014 puesto en páginas



A unas horas de que el 2014 termine, quisiera compartirles una apresurada lista de los libros que para mi gusto sobresalieron entre mis lecturas de este año.

La verdad es que durante los últimos meses no he tenido tanto tiempo como quisiera para reseñar libros. Sirva pues este pequeño resumen para abonar, aunque sea un poco, a la deuda que tengo con estos espléndidos textos.

Ojalá que los puedan considerar al elegir a un compañero de lectura. 


1.- Beethoven tenía algo de negro – Nadine Gordimer

Colección de catorce logradísimos relatos de esta autora sudafricana, ganadora del Premio Nobel de Literatura 1991. En ellos se tocan temas tan variados como la identidad y su relación con la memoria, el racismo o el proceso creativo.


2.- Nunca me abandones – Kazuo Ishiguro

Bajo el disfraz de una novela de ciencia ficción (se tratan aspectos tan típicos de este género como la clonación), esta obra es en realidad un hermoso estudio de Ishiguro sobre la fragilidad de la existencia. A pesar de su talante triste y desolador, el libro está lleno de una belleza inspiradora. Para destacar: el final.


3.- La música del azar – Paul Auster

Aún si no se es un incondicional de la literatura de Paul Auster, como es mi caso, me atrevo a apostar (un pequeño guiño al argumento) que encontrarán muy interesante esta maravilla. Una inusual partida de póquer entre la pareja protagonista y dos excéntricos millonarios lo desencadena todo. Con el correr de las páginas, la narración de Auster va perdiendo toda lógica, intencionalmente, hasta pedir prestada la pluma de Kafka y llevarnos por pasajes cargados de angustia e incertidumbre. Muy recomendable.
  
4.- Casa de verano con piscina – Herman Koch

Una novela que es más bien un espejo, donde la frontera entre culpabilidad e inocencia se diluye en una sociedad que fija estereotipos y rinde culto a las apariencias. Narra las experiencias del médico de cabecera de un actor, así como los dilemas éticos que se le presentan cuando un suceso inesperado afecta a su familia.


5.- Monstruos invisibles – Chuck Palahniuk

¿Qué sucede cuando una hermosa mujer, acostumbrada a ser el centro de atención, es desfigurada por el disparo de una escopeta? Esta es la historia de Shannon, escrita por una de las plumas más ácidas, alucinantes y escatológicas de la actualidad. Ideal para los fans del autor de «El club de la lucha». Si su estilo les resulta incómodo, políticamente incorrecto o todo lo demás que es Palahniuk, eviten esta lectura.

«¿En qué momento el futuro dejó de ser una promesa para convertirse en una amenaza?»


6.- Los culpables – Juan Villoro

Siete historias del genial Juan Villoro donde podemos encontrar cosas tan variopintas como: un futbolista venido a menos, un mariachi convertido en ‘sex symbol’, un par de limpiaventanas y un vendedor de billetes de lotería. 


7.- Lo que queda del día – Kazuo Ishiguro

Un genial acercamiento al significado del deber y las vicisitudes de un mayordomo británico. Toda una vida dedicada al servicio, sin más recompensa que el bienestar de la idealizada figura del amo. ¿Cuáles son las consecuencias de este sacrificio? 


8.- Seda – Alessandro Baricco

Uno de mis más grandes hallazgos literarios de este año es Alessandro Baricco, uno de esos autores que, debido a su popularidad, uno se toma con ciertas reservas. Sin embargo, en este caso aplica perfectamente aquello de ‘vox populi, vox Dei’. Baricco es tan bueno como la mayoría de la gente dice que es, si no es que más. En esta novela corta, nos cuenta la historia de un comprador de huevos de gusanos de seda cuyos repetidos viajes a Japón se convertirán en una exquisita historia de amor.


9.- Amsterdam – Ian McEwan

Ganadora del Booker Prize 1998, esta novela narra la historia del enfrentamiento de cuatro hombres enamorados de la misma mujer, recientemente fallecida. La vida de la seductora Molly Lane delineada por los recuerdos de sus amantes: un músico, un periodista, un multimillonario y un aspirante a primer ministro. Buenísimo.


10.- Un silencio inquietante – Paul Davies

Una espléndida puesta al día de la búsqueda de vida extraterrestre de la mano del prestigiado físico y divulgador de la ciencia británico Paul Davies. ¿Somos los únicos seres inteligentes de todo el universo? Davis toma una postura, no les diré cual, que sostiene con argumentos que todos deberíamos conocer.


11.- Mr Gwyn – Alessandro Baricco

Mr Gwyn decide retirarse de la escritura en el mejor momento de su carrera. Mr Gwyn quiere transformar su oficio un oficio en algo más auténtico, despojado de la parafernalia que acompaña al autor de best sellers. Por ello, siente el impulso de crear retratos literarios, es decir, poner en palabras la esencia de una persona.

Paralelamente a «Manual de pintura y caligrafía», de José Saramago, este libro trata sobre la búsqueda de la verdad, de lo auténtico, de la finalidad última del arte. 


12.- Tres veces al amanecer – Alessandro Baricco

 Curiosamente, el título de esta otra gran joya de Alessandro Baricco se menciona en «Mr Gwyn». En ella se relatan tres encuentros de dos personajes de sexo opuesto. Lo interesante radica en que la edad de los personajes, siendo las mismas personas, se altera en cada cuento siguiendo una escala temporal fuera de lo común. Así, nos cruzaremos en la existencia de dos adultos, en la de un anciano y una adolescente y, finalmente, en la de un niño y una mujer madura.


13.- El fin de la lectura – Andrés Neuman

Selección de cuentos previamente publicados por el autor argentino, llenos de ironía, humor negro y pesimismo. Una pequeña muestra de la siempre sorprendente narrativa de Andrés Neuman.


14.- Keret en su tinta – Etgar Keret

Las magníficas historias de Keret ilustradas por grandísimos artistas gráficos mexicanos, entre los que se cuentan: Luis Sopelana, Alejandra Espino, Juanele, Jimena Sánchez, Augusto Mora, Bernardo Fernández «Bef», Yorko F. Muñoz, Ricardo García «Micro», Dono Sánchez Almara, Adrián Pérez Acosta, Patricio Betteo, Richard Zela, Jis y Trino.


15.- Los tejedores de cabellos – Andreas Eschbach

Las alfombras de cabellos son piezas de arte confeccionadas con cabellos humanos que se destinan a adornar el palacio del emperador en su lejano planeta. Mezcla de ciencia ficción y fantasía, este libro es una alegoría de los efectos de la tiranía política e ideológica. Ganadora del premio literario francés Grand Prix de l'Imaginaire.


16.- El ángel Esmeralda – Don DeLillo

Colección de relatos escritos por Don DeLillo entre 1979 y 2011, donde aborda, fiel a su costumbre, el tema del miedo y el aturdimiento contemporáneos. Puede que a muchos no les agrade el estilo de Don DeLillo, sin embargo, la perfección y profundidad filosófica de sus escritos es incuestionable:

«¿Cómo puede alguien vivir ahí abajo? Los desiertos, cómo lo invaden todo. Cada año reclaman más tierra cultivable. La enormidad de esas extensiones nevadas. Mira la masa de frentes tormentosos sobre el océano. Barcos ahí, algunos de pequeño tonelaje. Trata de imaginar las olas, los bandazos. Solo con los huracanes. Los maremotos. Mira esas localidades costeras expuestas a las olas sísmicas. ¿Hay algo más espantoso que una ola sísmica? Pero ahí viven, ahí permanecen. ¿Dónde podrían ir?»


17.- Las reputaciones – Juan Gabriel Vásquez

En esta obra, Juan Gabriel Vásquez escribe sobre la obligada preponderancia de la verdad ante la memoria. Javier Mallarino, un reconocido caricaturista colombiano, está dispuesto a cambiar fama y fortuna por integridad, decidido a asumir las responsabilidades de su oficio.


18.- Música para corazones incendiados – A.M. Homes

La fragilidad de la idílica felicidad norteamericana se pone de manifiesto en este libro. La autodestrucción del matrimonio «perfecto», con hijos, casa, barbacoas semanales, autos y buena posición económica, se realiza ante nuestros ojos, al ritmo de las trepidantes líneas de A.M. Homes. 


19.- Oriente, Occidente – Salman Rushdie

El gran tema de la escritura de Salman Rushdie, el choque entre culturas, se presenta en nueve excelentes cuentos. Los dogmas religiosos, la magia, el capitalismo y la cultura pop desfilan de la mano del polémico autor de «Los versos satánicos».


¡Feliz Año 2015!

Santa


¡Jo jo jo!
La fila serpentea y se pierde entre el cúmulo de curiosos.
Los más pequeños llevan los ojos brillantes, expectantes, llenos de ilusión. Los hay incluso que aún no aprenden a hablar y desde los audaces brazos de sus padres, manotean al aire y lanzan enérgicos balbuceos.
Un enorme reloj de pared marca las cinco de la tarde. Junto a un inmenso árbol navideño, sentado en una incómoda silla de madera, Santa Claus trabaja sin descanso. Diríase, si no atendiéramos al mito, que algo muy parecido al sudor de nosotros los mortales moja su frente.
Como telón de fondo, las ofertas de fin de año se anuncian a bombo y platillo por los altavoces del centro comercial.
— ¿Cómo te portaste este año? —pregunta Santa Claus, mientras un niño descansa sobre sus piernas y le tira de las barbas con todas sus fuerzas.
—Bien —responde despreocupado el chiquillo, que en esa postura se asemeja más un muñeco de ventrílocuo que a un ser humano, y sigue explorando el mentón de Papá Noel.
—Así me gusta, muchachito. ¿Qué regalo te gustaría recibir esta Navidad?
—Un muñeco del Hombre Araña.
— ¡Jo jo jo! Perfecto. Lo tendrás.
El padre del niño se arrodilla y toma varias fotografías en distintos ángulos.
La misma escena se repite durante varias horas. El flujo de infantes sólo se ve interrumpido cuando Santa Claus hace alguna que otra misteriosa visita a los servicios.
—El siguiente —le indica al elfo que le sirve de ayudante. Sin perder la sonrisa, ni por un instante, éste procede a canalizar a las personas que encabezan la fila.
En este caso se trata de un hombre y una pequeña niña. Ella se acerca con paso decidido y trepa de un salto al regazo de Santa Claus.
—Hola, ¿cómo te llamas?
—Valentina —responde la criatura, frotándose la nariz.
— ¿Cómo te portaste este año?
—Mejor.
— ¿Mejor?
—Mejor que el año pasado.
— ¡Jo jo jo! ¿Qué opinan tus papás?
—No sé, ahí están —dice señalando al hombre en la fila y, más allá, a una mujer que lleva un bebé llorón entre los brazos. Ambos saludan a la distancia.
—Ah, vaya —dice, algo apresurado, mientras consulta la hora y mira la considerable fila que continúa creciendo— ¿Qué regalo quieres para Navidad?
—Acércate.
Santa Claus se inclina un poco. La niña le cuchichea algunas palabras directamente en el oído.
El rostro de Santa Claus se contrae en una mueca de incredulidad mezclada con espanto.
—Eso es demasiado extraño. ¿Estás segura?
—Sí, Santa.
—Pero..., ¿ahora?
—Sí, ahora.
San Nicolás le lanza una mirada al padre de la niña, buscando una señal de desaprobación. Sin embargo, el hombre alza los hombros y vuelve las palmas y ojos hacia el cielo en un gesto de total impotencia.
El séquito de fisgones aguarda la respuesta del barbudo. El volumen del chismorreo se eleva. Los demás niños comienzan a impacientarse.
—Bueno, bueno, está bien.
La cara de la niña se llena de luz, se apea y hace una cabriola como muestra de satisfacción.
Santa Claus resopla y se pone de pie. Se acerca al árbol de Navidad, descuelga una de las esferas y le da lustre con su abrigo.
—Mira —le dice a la pequeña, poniendo la esfera ante sus ojos.
Bajo el intenso brillo empiezan a dibujarse formas caleidoscópicas, luego imágenes cotidianas, ante la absorta mirada de Valentina.
Valentina jugando con su gato Monty sobre la cama, dejándose lamer la cara, divertida.
Su padre entrando por la puerta principal de la casa, limpiándose los zapatos. Un profundo bostezo revela que ha llegado tan cansado como siempre.
Su madre preparando el desayuno, aunque le duele un poco la cabeza. Frotándole las mejillas a Jorgito que otra vez ha derramado la papilla.
De pronto, la secuencia de imágenes se acelera en el interior de la esfera. El cristal se vuelve líquido y en la superficie empieza a formarse un voraz remolino de tiempo. Valentina se reconoce en cada escena.
Ella de vacaciones, riéndose cuando su madre tira un poco de agua de mar sobre la espalda de su padre. Acto seguido, éste la persigue hasta darle alcance y la derriba cariñosamente sobre la arena, junto a las olas.
Su padre dejando de fumar. Y su madre tirando a la basura la última cajetilla.
Años más tarde, afuera del instituto, recibiendo su primer beso, bajo el trino de los pájaros suspendido en el cielo.
Valentina se ve bailando ballet. Luego representando a Desdémona ante un teatro escolar abarrotado, recibiendo más aplausos que el actor que ha interpretado a Otelo.
Se observa casándose con el amor de su vida, aún sin saber lo que eso significa. Afuera de la iglesia llueve, los limpiaparabrisas de los autos oscilan como espigas fustigadas por el viento.
Tiempo después, Valentina ha vuelto a ser niña, en otro cuerpo. Es la madre de una criatura angelical, la sensación es extraña: todos los secretos desparecen, se revelan.
Su segundo hijo rayando las paredes del departamento.
Se ve cortando el listón, junto a su marido, en la inauguración de su décima cafetería.
Roberta, su mejor amiga, divorciándose de su hermano Jorge.
Los ojos de Valentina se llenan de lágrimas ante el cuerpo inerte de su padre en una cama de hospital. Por un segundo, siente que las fuerzas le abandonan. Su cuerpo es sostenido por dos jóvenes adultos que le llaman «mamá».
La velocidad de los acontecimientos aumenta aún más, tanto que los hechos se confunden. Valentina es huérfana, suegra, viuda, empresaria del mes, presidenta del Club Gandhi, interna del Hospital Oviedo, una afable anciana; todo a la vez.
Valentina, la mujer mayor, espera tendida en una cama cálida con una sonrisa sabia entre los labios. Afuera, una partida de gatos, quizás los descendientes de Monty, maúllan con angustia. La noche se enfría. La anciana tose y el pecho le retumba como un tronco hueco...
Santa Claus envuelve rápidamente la esfera entre sus manos, tratando de ocultarla de la vista de la niña, y dice:
— ¿Has visto?
—Sí, he visto —contesta Valentina, sonriendo, como sólo los niños pueden hacerlo.

Vicente Javier Varas Bucio,
23 de diciembre de 2014.












Severo arte, letra o revés

(Colección de palíndromos de mi autoría). 

3ra. parte:

A cada diván asesorar. Sólo poses le donan edad, revalidan, Elena. Di la verdad, enano del seso. Polos raros esa Navidad, acá.


Es ella, caza para mí. Si la raya diverge, la rana ganó. Reíd sonoras, nepalesas. Ésa se la pensaron. Os dieron a ganar alegre vida. Ya, ralísima rapaza, ¡cállese!


Azote racial, asumo. Daga pasa. Mojada bleda se paga mal. Amaga pesa del badajo más apagado. Musa laica retoza.


Odas a berlinesa recámara. Lo conocí. Teatro pesado, malo. La moda se porta, ético no colará. Macera, senil rebasado.


Alí abarca la loba clara rapera. ¡Hala!, la haré parar. Al cabo la lacra baila.


Eso lo daña. Déjela, Marisa. Mátelo, Iván. Una violeta más irá mal. Eje dañado, lo sé.


«Así va la UNAM, nueva llave», un manual avisa.


Ajeno poder Fred opone. ¡Ja!


Luz a Eva, la tarada, dará tal ave azul.


Al anís, ésa evapora la ropa. Ve, asesínala.


Eso lo di para el ojo rojo. Lea rápido, lo sé.