Amos Oz | Un Descanso Verdadero




La acción transcurre en Israel, a mediados de los sesenta, con el conflicto que desembocaría en la Guerra de los Seis Días como telón de fondo.


Yonatán Lifschitz tiene 26 años, nacido en un kibbutz, ha permanecido en él durante toda su vida. Tiene un estéril matrimonio con Rimona, una hermosa pero distante joven que ha tenido dos embarazos fallidos.


Entre Rimona y Yonatán, algo se ha roto y la conexión entre ellos parece imposible:


“El sabor del silencio de ella. Su propio silencio. El espacio muerto clavado siempre entre los dos silencios […] Los golpes amargos, pacientes, la búsqueda cada vez más desesperada de una entrada inexistente…”
Sin embargo, la mayor tensión se da entre generaciones. El padre de Yonatán, Yolek, es secretario del kibbutz, personifica y defiende el carácter utópico de los ideales del lugar.


Yonatán está harto de su vida actual, se siente asfixiado por el dominio de su padre y pretende abandonar el kibbutz. Desea alejarse para siempre de su familia y de su desesperante trabajo en el taller de camiones, en suma, quiere comenzar de cero.


Yolek ve con tristeza el desinterés de su hijo y los de su generación hacia los sueños y objetivos que él junto a otros persiguieron con ahínco décadas atrás. Entre estos últimos se encuentra Srulik, un soltero cincuentón que acabará por sustituir a Yolek en el secretariado del kibbutz.


Las reflexiones de Srulik plasmadas en el libro son profundas y de gran belleza. A él también le preocupa la actitud de los jóvenes, pero en el fondo quizás la justifica:


“¿Qué sentido tienen sus vidas? Esas vidas que brotaron en medio de las tormentas de la historia, en una especie de lugar que no es un lugar, de un pueblo que no es un pueblo, un borrador de una nueva tierra, sin abuelos, sin una casa familiar con paredes llenas de grietas y olor a varias generaciones de muertos. Sin religión, sin rebelión y sin ausencia.”
En medio de todo esto, aparece el otro protagonista de la historia: Azarías Gitlin, un joven forastero que acaba de finalizar su servicio militar en Tel Aviv y desea ansiosamente integrase al kibbutz. Es la contraparte de Yonatán y, a diferencia de éste, él cree encontrar la paz y la felicidad en la comuna. A pregunta expresa de Yonatán sobre si sabe correr, Azarías responde:


“Yo ya he corrido bastante. He venido aquí precisamente para dejar de correr.”
Esta contraposición entre uno y otro se convierte en el hilo conductor de la narración, ambos son idealistas pero sus anhelos son opuestos. En cierto modo es como si cada uno de ellos tratara de convertirse en el otro, una suerte de “El príncipe y el mendigo”, pero atestiguado por toda la comunidad. Lo que uno persigue, el otro lo posee de origen.


Cuando finalmente Yonatán logra la huída, Azarías mantiene la casa de Yonatán en orden, con la esperanza de su regreso. Este viaje espiritual servirá a Yonatán para encontrar y analizar el verdadero origen de sus miedos y sus sentimientos de culpa.


“Lo estupendo de dormir es que cada uno está por fin solo, sin los demás.”

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