Enrique ya no tendría
que buscar. Se puso su mejor traje, tratando de causar una buena impresión a
sus nuevos patrones.
Duma y el Güero
disfrutan de su repentino ascenso en la escala social del departamento. Trepan
a su apacible cama, antes prohibida. Además de cómodo, el lecho posee otras
ventajas nada despreciables —Enrique se ha tendido cerca de la caja de arena—.
Con el correr de los
días, el timbre del teléfono ha dejado de sonar.
Texto participante en el Concurso#106 de minificción, convocado por Alberto Chimal desde el blog Las Historias.
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