A Enrico Fermi

La Muerte vivía de lujo,
sin sufrir ninguna pena.
Hasta que Fermi produjo
una reacción en cadena.

Cargaba a miles de muertos.
En verdad que no era cómico.
La pobre no tenía tiempo
por culpa del “Papa atómico”.

La Flaca le pidió a Dios
que Enrico fuera juzgado.
—¡Vamos a hacerlo los dos! 
Ve a traer al acusado.

El juicio no halló culpable 
a Fermi de ningún cargo.
La ciencia no es responsable
de lo que hace por encargo.

—Al cielo serás enviado
en lugar de al Inframundo.
“El navegante italiano
ha llegado al Nuevo Mundo”.

Calaverita al tiempo

Demoró por varios días
llevar a cabo el intento.
La decisión era fría
y el asesinato 'al tiempo’.

La hora le había llegado
a Cronos y a sus segundos.
La Muerte tenía pensado
llevarlos al Inframundo.

Allí en el temible Averno,
los relojes no ‘caminan’.
El sufrimiento es eterno,
las semillas no germinan.

Por eso es que la Catrina
quiere ‘dar cuello’ a los ciclos
de la invisible neblina
que mide instantes y siglos.

«El Infierno está sembrado,
quiero cosechar los frutos.
El castigo a los pecados
se colmará de minutos».

Más bien temprano que tarde
se percató de su error.
A pesar de hacer alarde,
la Flaca engordó de horror.

«Si termino con Saturno,
¿a qué horas voy por el pan?
Además, no habrá difuntos.
¡Los niños no crecerán!»

Por eso es que arrepentida
la Dama de la Guadaña
fue y le perdonó la vida
a los días de la semana.

Se puso a ‘quemarse el coco’,
pues no quedaba contenta.
Músico, poeta o loco,
¿quién le heredó la osamenta?

Compuso esta calavera,
aunque con poco talento.
Sin saber rimar siquiera.
Nomás por matar el tiempo.