José Ovejero | La Invención del Amor


(Premio Alfaguara de novela 2013)


Samuel es un hombre que ronda los cuarenta años, tiene un modo de vida despreocupado y evita a toda costa asumir cualquier tipo de compromiso. Es socio de una empresa de materiales de construcción, pero se ocupa lo menos posible de la dirección y destino de ésta. Siendo incapaz de enamorarse, se conforma con la lectura de algunos libros y reuniones ocasionales con un reducido círculo de amigos:
“Siempre he evitado la palabra amor. Un sustantivo devaluado, una moneda tan usada que ha perdido el relieve, de manera que se puede acariciar entre los dedos sin percibir imagen alguna; una moneda que no me atrevería a dar en pago por miedo a ser mirado como un estafador.”
Todo cambia el día en que recibe una desconcertante llamada telefónica donde le anuncian que Clara, su supuesta amante, ha muerto en un accidente automovilístico. Lo extraño del caso es que Samuel no conoce a Clara, ni, desde luego, ha tenido una relación con ella.
Más por curiosidad que por otra cosa, Samuel decide asistir al funeral y así averiguar más de Clara, aunque sea después de su muerte. Ahí se encontrará a Carina, hermana de Clara, quien le interrogará sobre los detalles de su relación con la difunta. Obviamente, Samuel no tiene la información que Carina le solicita, y es así que, mentira tras mentira, se irá metiendo en un atolladero del que será muy difícil salir. 
La versión de Clara que Samuel construye es un personaje ficticio dentro de la narración ficticia de José Ovejero, porque no se corresponde con la Clara que murió en el percance carretero.
Como Dulcinea para el Quijote, toda proporción guardada, Clara se convierte para Samuel en una fantasía, mediante la cual él mismo habrá de reinventarse ante los otros y ante él mismo.
Ya José Saramago en Todos los nombres lanzó magistralmente a uno de sus personajes (don José) en la búsqueda frenética de una mujer desconocida.
La novela plantea, y deja en el aire, preguntas que muchos científicos y artistas se hacen cotidianamente: ¿Hasta qué punto podemos fiarnos de la memoria?, ¿el yo es una invención del cerebro?, ¿por qué nos dejamos llevar por la ilusión?, ¿cuál es la frontera entre la realidad y la ficción?
Dice Jorge Volpi en su libro Leer la mente, que la ficción se establece no cuando el humano miente, sino cuando los demás saben que miente y deciden ignorarlo conscientemente. En otras palabras, a veces el ser humano necesita creer en algo, aunque sepa que es falso. Como escribiera Cervantes en la segunda parte del Quijote:
“Dios sabe si hay Dulcinea o no en el mundo, o si es fantástica, o no es fantástica; y éstas no son de las cosas cuya averiguación se ha de llevar hasta el cabo.”

0 comentarios:

Publicar un comentario